martes, 29 de enero de 2019

Punk

Llamamos punk a un movimiento musical que se desarrolla a caballo del principio de los ochenta y finales de los setenta -pido disculpas por el desorden de las fechas, pero trato de conservar una lógica interna en relación con la acracidad de tal movimiento- un momento de la historia musical en que las cosas parecen estancadas. Se perdían los últimos ecos de mayo del sesenta y ocho, del movimiento hippie, y el viejo rock´n roll se repetía en virtuosismos instrumentales; en un mundo cómodamente dividido en bloques, con una situación internacional, aunque francamente estresante, no abocada a la guerra masiva gracias al peligro de la bomba “democrática” -la amenaza nuclear-. Todo iba sobre ruedas –chirriantes-.
Pero en este periodo histórico surgen unos personajes que partiendo de una amalgama estética en la que se unían aportaciones de grandes mitos inclasificables como T-rex, Iggy Pop, Lou Reed o David Bowie, se atreven a subir a un escenario sin apenas saber tocar un instrumento, sacando de sus cacharros las notas locos que les salen de las narices, casi siempre infames - tanto las narices como las notas - y tirando por tierra con sus letras irreverentes todos los mitos de la sociedad en la que les ha tocado vivir.
Dos martillos satánicos nacen en ese momento: Dios salve a la reina y Anarquía en U. K. de Sex Pistols, dos martillos herejes que como el de Tor provocan verdaderas tormentas, golpeando directamente y sin piedad a las dos instituciones más respetadas en Gran Bretaña, y que daban de mamar a los ingleses desde la cuna: la monarquía y la jerarquía, fundamentales en las islas, sin las cuales es muy difícil concebir la existencia social en estas.
En fin, que los señoritos se permiten ofender a los símbolos más sagrados de su entorno y, ¿en nombre de qué?, pues en nombre de nada, porque no hay nada por lo que luchar, el mundo ya está repartido y a ellos les tocó el paro y la basura
-punk- con sus imperdibles como símbolo y con su lema “No hay futuro” se convierten en los paladines de las ratas de callejón; es el nacimiento de un nuevo tipo de crítica al sistema, más intuitiva que intelectual, una crítica no basada en los libros, sino en los estimulantes y la propia experiencia, y que tenía como medio de expresión el vinilo, no el papel. Si Kant levantara la cabeza podría ver -él, que era tan aficionado a la crítica- un proceso crítico llevado a sus últimas consecuencias, y además en un tono mucho más desenfadado que el suyo. No se trata de criticar para reconstruir un mundo decadente, simplemente la sociedad no se puede reconstruir. Hemos llegado al fin: No future.
Toda una teoría creada por unos desarrapados con el pelo de punta y llenos de anfetas y otras cosas; unos cínicos modernos de los que estaría orgulloso el mismo Diogenes el Perro, si este tuviese la puerilidad de sentirse orgulloso de algo. Anunciaron el Fin de la Historia antes que nadie; claro, este “fin de la historia” se le ocurrió a otro y no tiene nada que ver con Sex Pistols, Exploited o The Clash, ya que en la cacareada versión académica es un concepto más bien optimista; el concepto del que se gana la pasta enseñando y escribiendo. Así si se puede ver un mundo futuro uniforme y perfecto. Pero Sid Vicious no era, seguramente, un estómago tan agradecido como Fukuyama.
¿Que a qué viene esta parrafada? Pues quizá a que haya sentido nostalgia de aquellos tiempos, en los que yo apenas era un mocoso que veía surgir en torno a mí una efervescencia hasta entonces desconocida. Tal vez se deba a una sensación de estar de nuevo en decadencia - los noventa han sido finiseculares en su sentido más amplio y no han aportado nada nuevo, a no ser más riqueza para los ricos y más pobreza para los pobres y la primera decada del milenio nos ha traído una crisis apocalíptica-. O, más bien, a que he recordado que ya no esta  Joey Ramone líder de Ramones, el hombre largo como una condena, que con sus greñas, sus vaqueros rotos y sus gafas de culo de vaso revolucionó la música y la sociedad sobre la base de letras sucias y de rock´n roll destartalado, ni sus colegas de grupo Dee Dee y Johny, ni Joe Strummer, lider de The Clash, ni tantos otros que nos sacudieron el esqueleto y la conciencia.
  La música ya no es irreverente ni original. Echo de menos a aquellos sinvergüenzas que no dejaban títere con cabeza. ¡Qué diferencia entre Sex Pistols cantando entonces Dios salve a la reina y Elton John cantando hace unos años una balada (¡Beeeeee!) dedicada a Lady Di!

P. D.
Joey, esta va por ti: Let´s go!

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