jueves, 31 de marzo de 2016

Polvo de estrella

Como polvo de estrella caí sobre una generación de jóvenes vidriosos e irredentos. Sobre ellos ejercí mi reinado, con mi corte de arañas de Marte que me devoraban en sacrificio público; ante los alucinados, los adormilados ojos de mis greñudos ofrecía mi carne y mi genio mientras mi sangre heroica me arrastraba muy lejos de ellos y de mí, hacia las profundidades aterradoras del espacio sin vida. Allí estaba yo, polvo de estrella, moviéndome arriba y abajo, saltando, gritando, cayendo y volviendo a levantarme. A veces me levantaban.
La música flotaba en torno a mí, me acariciaba, me sumía en mares de luz caótica y perversa, y como ángel caótico y perverso agitaba mi cabellera roja en un torbellino de sinfonías de las esferas que no sabía si venía hacia mí o surgía del fondo de mi inconsciencia. Lady Polvo de Estrella cantaba su canción de oscuridad y desgracia mientras los jóvenes en blue jeans saltaban enloquecidos frente a ella, frente a mí porque también era yo.
Yo también era joven y cometía errores, pero los fallos de los genios, por extrañas alquimias del cosmos, del ser y el devenir, se trasmutan en proezas que trascienden los aciertos de las personas. Mis fracasos fueron nuevas caídas de Roma, grandiosas en su miseria. Me encontraban tirado en las calles y me recogían roto y desahuciado para alzarme por encima de las montañas, auque solo fuera para demostrar que podemos ser héroes, un día nada más.
Aparecía y desaparecía, un día era astronauta perdido en una odisea espacial, otro día era sepulturero que arrojaba cenizas a las cenizas y acusaba a aquel astronauta de ser un yonki. A los jóvenes peludos se les empezaba a caer el pelo, algunos morían, otros desaparecían simplemente, pero todos estaban siempre, añadiéndose nuevas generaciones al culto extraño mientras seguía sonando la armonía de las esferas. Y yo continuaba tras la estela de los años, de los nuevos mundos de ideas y modas que me permitían sobrevivir en la tierra de los hombres mortales, yo, vampiro, camaleón, perro alado de Babilonia que les había enseñado a moverse en la danza extraña de los astros.
Hoy, tengo ya  ...y tantos años, ¡tantos años! y poseo la llave del espíritu, pues para robarla bajé a los infiernos. Todavía hay quienes no me han olvidado, de hecho ahora va a sonar una canción mía en la radio. ¡Silencio! Habla el DJ:
- Ahora, para todos vosotros suena en la noche el Rey de Marte, la Estrella de los setenta: David Bowie.

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