lunes, 4 de febrero de 2019

The mussel

  If you were a mussel, What would you do?
 Luis Buñuel

Man, I never raised the possibility of such an entity, such mollusc. So far I had only eat mussels without entering their existential dilemmas, regardless of the vicissitudes of these black gentlemen resting on the seabed eating seafood soup.
It must be interesting to live in those waters caressing, permanently attached to your favorite rock-detached, or at least make a jump with the momentum of your Balbos up a few feet away, but not too. Rest hoping the tastiest morsels are made available from your mouth as you contemplate the beauty of underwater life, as through a magnifying glass. And always be safe, or so you think, because when it comes one of those lunatics you lie enormous jaws black hood over and wait for him to leave with a fresh wind, or fresh water in this case.
And how will the rest of the world?
Surely more wild and dangerous the deeper. In continuous struggle for survival, the next moment may be the last. I would like to know the full extent of its beauty and animal misery, but until a trip organized oferten me to let me visit him without danger will remain so comfortable in my shell.
You just have to see how I look these octopuses sunfish obscene and those that come from who knows where, with his silver tongue and seductive swings. Sure that they are looking for prey to devour.
I in my shell, I close when trying to annoy me, and at peace. Living smoothly even in a ghetto, but never get to know anything.
He dedicated this dissertation mejillónica to Western society in general, opulent and idle, he feels a deep solidarity, which has time and money to care for the disadvantaged, but not stomach or nerves to endure them.
And me, of course.

sábado, 2 de febrero de 2019

El mejillón

A ver. Si fueras un mejillón, ¿Tú qué harías?
(Luis Buñuel)

Hombre, nunca me había planteado la posibilidad de ser tal ente, tal molusco. Hasta ahora me había limitado a comerme los mejillones sin entrar en sus dilemas existenciales, sin considerar los avatares de estos señores de negro que descansan en el fondo del mar comiendo la sopa boba de marisco.
Tiene que ser interesante vivir en esas aguas acariciadoras, siempre unido a tu roca-adosado preferida, o en todo caso dar un salto con el impulso de tus balbos hasta unos metros más allá, pero sin pasarse. Descansar esperando que los bocados más suculentos se pongan al alcance de tu boca mientras contemplas la belleza de la vida submarina, como a través de una lente de aumento. Y siempre a salvo, o eso crees, pues cuando viene uno de esos energúmenos de fauces enormes te echas la capota negra encima y esperas a que se largue con viento fresco, o agua fresca en este caso.
¿Y cómo será el resto del mundo?
Seguro que más salvaje y peligroso cuanto más profundo. En continua lucha por sobrevivir, el próximo instante puede ser el último. Me gustaría conocerlo en toda la extensión de su belleza y su miseria animal, pero mientras no me oferten algún viaje organizado que me permita visitarlo sin peligro permaneceré tan a gusto en mi concha.
Solo hay que ver cómo me miran esos pulpos obscenos y esos peces luna que vienen de quién sabe dónde, con su pico de oro y sus vaivenes seductores. Seguro que lo que buscan es una presa que devorar.
Yo en mi concha, que cierro cuando tratan de molestarme, y en paz. Viviendo sin sobresaltos aunque sea en un gueto, aunque nunca llegue a conocer nada.
Dedicó esta disertación mejillónica a la sociedad occidental en general, opulenta y ociosa, que siente una profunda solidaridad, que tiene tiempo y dinero para preocuparse de los desheredados, pero no estómago ni nervios para aguantarlos.
Y a mí, por supuesto.

viernes, 1 de febrero de 2019

El Becerro de oro

No es posible concebir el mundo actual sin el dinero; esta
      profunda reflexión se me ha ocurrido a mí solito, no he necesitado
      recurrir a autoridades económicas o científicos sociales, para que veáis.
      Las estructuras y funciones sociales, la política, la cultura y todo el
      hacer humano en general orbitan en torno a este elemento de intercambio.
      Para los antiguos sofistas griegos el hombre era la medida de todas las
      cosas; el "homo mensura" ha sido sustituido en nuestros días por el dinero
      y de esta forma los poderes tradicionales se han unificado en un solo
      poder, el económico; la nuestra es casi una cultura económica. Las
      formas de obtener dinero no siempre son exageradamente lícitas, de modo
      que los hay que se tiran al monte y se dedican a conseguir el vil metal
      mediante el hurto, el timo, las diversas extorsiones y otras innumerables
      artes liberales de este tipo. Otros en cambio se mueven con agilidad por
      los cauces de la ley para obtener beneficios por medios que, aunque
      legales, distan leguas de ser éticos. Hay expertos en complicadas
      ingenierías financieras que lavan honores y haciendas; gentes de leyes que
      ponen sus conocimientos a su propio servicio antes que al de los demás,
      individuos que comercian con productos dudosos o con márgenes abusivos o
      políticos que administran la confianza depositada en ellos para su
      provecho, formando de este modo en la escuadra de los malos gobernantes
      descrita por Aristóteles en su Política. Así podríamos seguir ad
      infinitum nombrando adoradores del becerro de oro hasta formar legión,
      ninguno afectado de escrúpulos al recibir sus treinta monedas. Frente a
      estas legiones han surgido en los últimos años por todo el planeta
      personas y movimientos para los que ¡Sorpresa! el dinero parece tener un
      papel secundario; como si se hubiese formado una "internacional" de la
      solidaridad que tratara de volver al hombre al eje central de la vida del
      hombre. Un movimiento que engloba a organizaciones cuyos miembros se
      juegan a veces la vida, y de una forma nada metafórica, para tratar de
      ayudar a sus semejantes frente a la pobreza, la enfermedad o los abusos de
      aquellos que defienden intereses económicos o políticos espurios. Porque,
      ¿acaso los ecologistas de Green Peace que intentan abordar un navío de
      guerra a bordo de una lancha de goma lo hacen por dinero? ¿Y los miembros
      de Amnistía Internacional que recaban información sobre los detenidos
      políticos de su país? ¿o los facultativos de Médicos Sin Fronteras que
      curan enfermedades contagiosas en países del Tercer Mundo? A primera vista
      no parecen cometidos muy rentables para ellos, desde luego. A estas
      organizaciones se podría añadir una lista innumerable que ha ido creciendo
      con los años y con el asco que produce el ver cómo unos se aprovechan de
      los más desvalidos mientras el resto gira la cabeza hacia otro lado. Y así
      muchos miles de personas desinteresadas que trabajan por libre o que se
      engloban en ONGs, que consideran que el dinero es importante (como medio,
      no como fin) pero que las personas lo son más. Quizá toda esa gente sea
      la excepción, honrosa excepción, que confirma la regla, y quizá nuestro
      futuro dependa de que llegue a ser regla esa excepción.
     ¿Dependera de nosotros?