viernes, 10 de febrero de 2012

ETTs

Hace años ponían un anuncio en televisión referido a una empresa de trabajo temporal en el que se podía ver un foco que se encendía y apagaba de modo intermitente. Una voz en “off” preguntaba: ¿está encendido o apagado? La moraleja del cuento era que con la dicha empresa de T.T. nunca estarías apagado, es decir en  desempleo permanente. Claro que omitían que tampoco estarías encendido invariablemente .
A mí este anuncio me impresionó; Platón venía a decir que la belleza es la máxima expresión de la verdad, o que verdad y belleza son ideas análogas. Yo creo que de las mentiras –o las medias verdades– también se puede derivar algún placer estético, y al anuncio de marras me remito, porque, aunque me parece genial, tendría que ser muy ingenuo para considerarlo una verdad como un templo.
También se les olvidó, por cierto, advertirnos que en una ETT no hay pagas extras propiamente dichas, ni vacaciones pagadas, tampoco decían que un trabajador de este tipo no es considerado igual a sus compañeros de plantilla de la empresa en la que presta sus servicios; esos detalles quedan para más adelante, cuando consigas un trabajo decente. Así que a la terciarización masiva  del empleo (perdón por el palabro, quiero decir que ahora se trabaja de forma mayoritaria en el sector de servicios), causa de que aumenten los trabajos de baja cualificación y mal remunerados, y que vayan desapareciendo los de cualificación media, las modalidades de contratación precaria (contratos basura) y el abaratamiento de los despidos, a todo esto, digo, se une el “milagro de las ETTs”. Es un milagro porque las empresas pagan a las ETTs por el trabajador bastante más que si le contratasen directamente – SS incluida – y encima salen ganando. Todos salen ganando. Las empresas porque se ahorran los seguros sociales y ademas se libran de impuestos; las ETTs porque, obviamente, se quedan con la parte que sobra después de los pagos a los trabajadores y demás gastos; tampoco debemos olvidar que a los trabajadores se les paga el día diez del mes siguiente al trabajado, con lo que el total de las nóminas, que suma mucho dinero, retenido en el banco desde finales de mes hasta el diez del siguiente generan un buen pellizco en operaciones financieras. 
El gobierno de turno también se beneficia, ya que puede presentar a la opinión pública, siempre quisquillosa, tantas mil nuevas altas en la seguridad social, con el consiguiente, y nada despreciable, descenso del paro; poco importa que una parte de esas altas sean por unas horas, por un día o una semana, o que diez o doce de esas altas pertenezcan a un mismo individuo, y esto sirve para rentabilizar votos: España comienza a salir del pozo. Y por supuesto, se benefician los desempleados que, como diría la Señora Manuela, la de la pescadería, “mejor que hagan algo, aunque sea maltrabajar, que no que anden por ahí robando o endrogándose”.
Pero volviendo al anuncio del faro que se enciende y se apaga, a veces siento la tentación de hacer lo siguiente: personarme en un banco y solicitar un crédito hipotecario para comprar un piso. Cuando el empleado del banco me preguntase por el trabajo que desempeño, sacaría una linterna del bolsillo – tampoco hace falta un foco enorme, como el del anuncio – y le explicaría con su ayuda el cuento del encendido y el apagado, aclarándole que trabajo en una ETT.
¿Creéis que me concedería el crédito? Yo más bien me inclino por pensar que me echaría a patadas de la sucursal porque, no sólo –a su juicio– sería un muerto de hambre insolvente, sino que encima le habría tomado el pelo con la dichosa linternita.

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