martes, 9 de octubre de 2012

EL FILTRO


Iralamia, la infame Papisa del reino hereje de Sardukar, al que Alá confunda en los más negros abismos, habíase enamorado de un joven del reino vecino de Almanar; este joven, hijo del rey, estaba a su vez prometido con la hija del gran Sultán de Shalmanrush, predilecto del profeta y por ello poderoso enemigo de la Papisa.
Iralamia, que no era tonta, sabía que no tenía ninguna posibilidad de obtener a Yasser, que así se llamaba el muchacho, en matrimonio, ya que sus enemigos políticos y religiosos jamás lo permitirían.
Así pues, llamó a Shakkam, que así se llamaba su mago particular, para que le ayudase a seducir a Yasser.
-Shakkam -dijo-, necesito que me ayudes a seducir a Yasser.
-Señora -contestó Shakkam-, mis inclinaciones son muy otras.
-Soy yo quien le ha de seducir, estúpido- todo hay que decirlo, Iralamia tenía muy mala uva, su carácter era puro vinagre concentrado.
-Señora -contestó Shakkam-, eso que me pedís está fuera de todo lugar; no os puedo cambiar el rostro, que si bien aquí en tu reino goza de la más alta admiración, puede que fuera de él resulte algo...¿cómo diría? sorprendente.
Alá no me dejará mentir si digo que la Papisa era un verdadero escuerzo, que asustaba a los perros que vagabundeaban por las calles, pero claro, en su corte no faltaban aduladores para nombrarla más hermosa que el Sol.
-Tal vez tengas razón, pero tendrás que buscar entonces otra manera. Vuela a tus cacharros y tus conjuros y encuentrame una solución, o de lo contrario te haré arrancar lo que tú ya sabes.
-Ya me lo hicísteis arrancar, señora.
-Pues te haré arrancar otra cosa, ya se me ocurrirá algo.
Después de consultar sus obras de alquimia, de invocar a otros genios y de utilizar todas las sustancias y conjuros de su laboratorio, el alquimista dio con un filtro que haría caer rendido a Yasser, incluso en los brazos de semejante demonio.
Llegó el día y la Papisa de dirigió de incógnito a Almanar en compañía del mago para poner su proyecto en práctica.
Fue el propio mago el que se introdujo en la mezquita donde oraba Yasser y con el pretexto de saludarle y pedirle su bendición como futuro príncipe de los creyentes le aplicó sobre un brazo el filtro, que en forma de ungüento había preparado.
La segunda parte del plan se puso en marcha; ya que las cualidades de la sustancia consistían en que aquél al que le fuera aplicada se enamoraría perdidamente de la primera mujer que se cruzara en su camino, Iralamia solo tuvo que esperar a la puerta de la mezquita a que saliera el príncipe.
Y todo sucedió como había previsto; el príncipe salió y al verla quedó prendado de lo que para él era una belleza mayor que cualquiera de las perlas de Orán. Y desde ese instante no existió para él mayor anhelo que el de poseer aquella rara hermosura.
Así pues, acercándose a ella empezó a requebrarla con los más galantes versos que podían poner en sus labios los poetas de su tierra. Le confesó su amor y le aseguró muy serio que si no pudiera tenerla se quitaría la vida.
La Papisa le respondió que era de tierna edad y que no había conocido varón, -el pobre estaba en situación de creerse cualquier cosa- y le prometió que si le acompañaba a su tierra le podría pedir permiso a su padre para unirse a ella, a lo que con gusto accedería.
Iralamia sabía que el efecto del ungüento no tenía mucha duración y que tenía que llevarse a su reino maldito, que el profeta maldiga mil años, al pobre príncipe. Una vez prisionero de ella ya no podría evitar ser suyo para siempre.
Esa misma tarde iniciaron el camino hacia Sardukar, para estar en sus dominios al día siguiente. El bueno de Yasser no paraba de decirle a Iralamia lo mucho que la amaba y lo felices que serían juntos. Ella pensaba, "no lo sabes tú bien corderito mío" y se relamía como una loba parda.
Pero Alá, que nunca duerme, quiso impedir que semejante desmán se produjese y cuando ya enfilaban las puertas de salida de la ciudad, una terrible tormenta estalló, la gente salió despavorida, ya que era inusual la lluvia en aquellos contornos, en un instante las calles quedaron vacías de la multitud que minutos antes contemplaba sorprendida la extraña comitiva; el aguacero diluyó la sustancia que Yasser portaba en el brazo y poco a poco comenzaron a desaparecer sus efectos.
El joven contemplaba arrobado a su amada cuando le pareció ver que las facciones de esta se tornaban borrosas, otro rostro inició su aparición bajo la atractiva máscara que la droga le habia hecho ver, un rostro oscuro, cubierto de antojos negros y peludos, en el que brillaban como dos ascuas unos ojos demoníacos.
-¿Qué te pasa, mi vida? -fue lo único que acertó a balbucear la infame, que intuyó lo que estaba sucediendo al ver la expresión horrorizada del muchacho.
El príncipe, al ver tamaño adefesio ante él dio un gran alarido, saltó del camello y salió corriendo calle arriba, tirándo el turbante y gritando como un loco. Iralamia quedó allí sola, corrida de vergüenza, temblando de ira y de frío bajo la lluvia. Pero ya maquinando cómo se las iba a arreglar para iniciar la reconquista de su amado.

@Pacoespada1

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