martes, 2 de abril de 2013

La carcajada de los dioses


 La Torre Oscura se alza amenazante sobre el acantilado. Inaccesible, guarda sus arcanos mejor que el can de los infiernos. Dentro, semioculto en la penumbra, envuelto en vapores aguarda Teufelberg, el mago, señor de la Torre.
Aguarda que la luna se muestre entre las nubes amenazantes que se asoman por encima del edificio y que sus rayos pálidos iluminen a la Flor Esmeralda, la piedra mágica que guarda el poder del brujo; entonces, cuando esto suceda iniciará su conjuro trágico. La peor amenaza se cernirá sobre todas las tierras; la prueba de fuego de la surgirá un mundo distinto, tal vez mejor, pero que deberá ganar su nueva existencia a través del ritual del sufrimiento.
Taciturno y sombrío, Teufelberg se pasea por la estancia apenas iluminada por el fulgor de las antorchas, arrastra su túnica escarlata por las losas oscuras. Parece salir fuego por sus ojos de lagarto y sus manos se crispan en la espera impaciente.
Se rasga el telón de las nubes y la luna entra en la escena, su aparición espléndida precipita una cascada de plata sobre la torre; un mechón argénteo acaricia delicadamente la Flor de Esmeralda y el gran salón se ilumina con un resplandor suave y verdoso, también el rostro cuarteado del mago resplandece de poder y de triunfo; se siente en plenitud , como no se ha sentido en muchos siglos. Ha llegado para él su momento.
Recoge la espada de luz y se aproxima con paso solemne hasta la piedra mágica. Una vez frente a ella levanta la espada sobre su cabeza y comienza a salmodiar con su voz de bronce las palabras fatales:
¡Abismos negros del cielo! ¡Sombras eternas de las estrellas! ¡Plegaos a mi poder, yo os lo ordeno! ¡Que vuestra fuerza inmisericorde venga a cumplir la consumación del Poder en este mundo! ¡Que los hombres vivan de nuevo tras saborear el fruto amargo de la muerte! ¡Que la destrucción muestre el camino a la creación! ¡Estrella negra, ven a mí!
Los ojos de serpiente del mago brillan verdosos con la luz de la Flor de Esmeralda y fuera, en la noche, sobre el rugido de la tormenta puede oír la carcajada de los dioses, fría y dolorosa.
Por encima de la carcajada de los dioses se oye una voz aún más poderosa y definitiva:
- ¡Pepín, deja la “Play” y ven a cenar ahora mismo! ¡Que no te lo tenga que volver a decir!
- ¡Jo mamá, ahora que empezaba el juego de verdad...!

@Pacoespada1

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