viernes, 1 de febrero de 2013

Presagios


La conversación iba subiendo de tono. Los tres amigos discutían sobre los últimos acontecimientos que, según los observadores políticos (de esos supuestos expertos que salen en los medios), podían cambiar la Historia de un modo drástico e irreversible. Pepe bromeaba sobre la situación.
- Pues si las cosas se ponen así – comentaba rascándose la barbilla– montaré un quiosco para vender recuerdos de edificios destruidos.
- ¡Contigo nunca se puede hablar en serio! – se impacientó Juan – La situación es lo bastante grave como para que alguien tome cartas en el asunto; además, podemos quedarnos sin el paraguas militar aliado...
- ¿Para qué necesitamos un paraguas? – dijo Pepe – Ahora hace muy buen tiempo.
- ¡Joder, otra vez igual! – Jorge no abandonaba su talante combativo – No tenemos nada claro, ni qué va a ser de nosotros mañana, ni dentro de un mes... Todo está cambiando muy deprisa y nosotros aquí sentados sin hacer nada. ¿Y tú, Luisito?, ¿Tú no dices nada?
- Yo opino – Dijo Luis con aire distraído – que deberíamos tomar otra ronda. ¡Antonio, tres cervezas más!
El ambiente en el bar era denso a esas horas, el humo y el sonido de las conversaciones formaban una atmósfera casi opaca, que parecía envolver a cada uno de los tres amigos en sus propios pensamientos, mientras el camarero depositaba las bebidas en la mesa.
- Mira tío – rompió el silencio Pepe – La vida son dos días y hay que disfrutarlos; preocuparse por el mañana es una pérdida de tiempo; el futuro llegará de todas formas, y será bueno o malo según quiera
- ¡Eso es una gilipollez! – elevó la voz Jorge – Lo que ocurra mañana será consecuencia de lo que hagamos hoy, y no hay vuelta de hoja.
- ¿Habéis visto la cantidad de hojas caídas que hay en el parque? - Dijo Luis mirando a la calle – parece que los del ayuntamiento no tienen ganas de trabajar...
- ¿Y qué coño tienen que ver las hojas? Me desesperáis, parece que nada os importa.
- A mí me importa algo – Contestó Pepe - Que me toque la primitiva y me pueda largar de toda esta cutrez.
- Yo solo os digo que si no hacemos algo – continuó Jorge como si no hubiera oído a su amigo – el mundo que heredarán nuestros hijos y nietos será infinitamente peor que todo lo que hemos conocido. Y tú, Luis, sigues sin decir nada...
- Y... ¿Qué quieres que diga...? – Luis titubeaba – de acuerdo con que deberíamos hacer algo, Pero el mundo y sus acontecimientos son demasiado grandes para nosotros. Creo que lo que ocurra ocurrirá a pesar nuestro. Yo me tomaría la penúltima...
Los tres amigos callaron y se quedaron contemplando la noche, que comenzaba a caer como un presagio sobre el ventanal del bar. El camarero subió el volumen del aparato de música, que lanzaba al aire una canción de Loquillo y los Trogloditas:



Por la acera que lleva al Nou Camp,
bajan los Jets silbando una canción.
Sobre sus cabezas
aúllan bombarderos,
ha llegado el día después...

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