domingo, 9 de diciembre de 2012

Don Tertuliano quería ser corista

Don Tertuliano Minglanillas de la Rodaballa, natural de Cervatos de la Cueza, era un afamado catador de murciélagos empanados, incluso había ganado la medalla nacional otorgada por el gremio de catadores de alimañas empanadas de la provincia de Murcia. También podía vanagloriarse don Tertuliano, (sus amigos le llamaban Anaximandro, o algo así, por ser más corto) de tener una mano de plástico, en sustitución de otra que era suya, y que perdió en la guerra del catorce; porque como le decía su madre, Tertuliano, Aristarco de Samos para los amigos, era muy despistado. "Un día vas a perder la cabeza", le decía su mamá. Pero no, lo que perdió fue la mano; desde luego para pitonisa no servía la buena señora.
A pesar de esas buenísimas prendas, Tertulianete, como le llamaba su padre putativo, ya que nuestro hombre era bastardo por parte de padre, y calagurritano por parte de una tía suya francesa, que hacía un francés de mucho mérito, no era feliz, ya que no se sentía realizado, porque aunque tenía además una hermosa joroba, que ayudaba holgadamente al sustento familiar, ya que cobraba dos mil pesetas de las de antes a todo aquel que quisiera pasarle la mano por la jiba para que le tocara la lotería, y aunque también era algo cornudo, pues su mujer se la pegaba con un notario de San Pil, hecho que contribuía aún más si cabe al desahogo económico de la familia (el notario era provinciano aunque con posibles), lo que realmente quería era ser corista de un espectáculo de variedades en la capital.
Tras consultarlo con sus amigos del casino, Don Cástulo el cura, Don Lúculo el boticario y Don Próculo el alcalde, que le desalentaron diciendo a coro: ¡Eso son mariconadas!, Tertulianín, (Alejandro Magno Ibarretxe o Flor de té para la familia) hizo la maleta - de momento la maleta sería suficiente, el baul, como el de la Piqué, lo dejaba para más tarde, para cuando fuera una vedette famosa - y se fue a la capital.
Ya en la capital, donde le robaron la cartera, le timaron con el "tocomocho" y le intentaron llevar a una tertulia de la televisión, comprendió que aquello no le gustaba, todo era muy grande, las calles, los edificios, hasta las hormigas (algunas medían hasta dos metros, de la línea cinco) ¡Y aquel olor a humo que se pegaba a la ropa! Y aquellos restaurantes de comida rápida, que no era comida ni era rápida ni era nada...
Para más INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudeorum), en las salas de espectáculos le pedían como requisito para trabajar de corista ser mujer. Y con esto no había contado Teruliano Rex, que dicho sea de paso se parecía más a un tiranosaurio que a Marylin Monroe. Así que harto ya de tantos desplantes decidió abandonar la gran ciudad y volver a su provincia, donde, lejos de llegar derrotado, cabizbajo y jorobado (bueno, esto último... el hombre ya tenía joroba antes de marcharse a la capital) Fue recibido con honores de jefe de estado; incluso le montaron una procesión del Cristo de la Macarena de Nuestro Señor Jesucristo; también le hicieron una falla que ardió muy bien, incluso se quemaron varios vecinos echándose a la hoguera al grito de ¡Viva San Fermín! Este homenaje se debía a que Don Tertuliano El Apóstata era el primer ciudadano que había salido más de setenta kilómetros fuera de la villa de Cervatos de la Cueza en los últimos doscientos años.
Pero lo más emotivo fue el recibimiento de su esposa; "¿ya estás aquí?, pues coge ese trapo y ponte a limpiar el aparador del pasillo" dijo ella. Por fin se sentía en casa Tertulianoide, aunque le duró poco el sedentarismo connatural en otros y comenzó a pensar en armarse caballero y salir por el mundo a la aventura, atacar molinos de viento y rebaños de ovejas y otras memeces del estilo, el caso era dar quebraderos de cabeza a sus amigos.
Pero esa es otra historia que ya contaremos algún día, o quizá no, porque no creo que le interese a nadie que esté en su sano juicio.

@Pacoespada1


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