martes, 20 de noviembre de 2012

Cena de Navidad

Una cena magnífica, y yo como centro de la reunión dominaba la sala de abajo a arriba hasta que nos sentamos a la mesa.
Desde el accidente ya no es el mismo.
Hacía tiempo que sabía leer las mentes; aunque en mi caso no era una tarea difícil, me bastaba con sus miradas, y en ellas siempre la misma frase.
Si rectificamos el punto de vista, eran los demás quienes habían cambiado; a mí ya ni me preocupaba la situación.
Feliz Nochebuena. El cordero en el centro de la mesa, llenando la estancia con su aroma, ese aroma. Toda mi familia reunida, Hacía mucho tiempo que no tenía esa imagen tan agradable ante mis ojos. Hasta mi tía Petronila, que siempre estaba a punto de morirse, se encontraba allí, dispuesta a acabar ella sola con el cordero lechal sin ninguna piedad, al tiempo que presumía de sus achaques con voz de urraca beata.
- Hijos míos; no sabéis la suerte que tenéis por estar sanos - decía esto la buena mujer con el orgullo de quien ha desenterrado una cita de Sócrates, hasta que parecía darse cuenta de que algo andaba mal, y entonces me lanzaba una mirada nerviosa por el rabillo del ojo.
Yo miraba a unos y a otros sin acabar de creerlo, sabía que casi todos se odiaban entre sí. El cordero olía a gloria, pero... Lo sorprendente era que se hubieran acordado de mí, nunca me invitaban a estas fiestas y yo se lo agradecía, tampoco ellos eran santos de mi devoción. No podía olvidar que tras la muerte de mis padres habían intentado sacar tajada de la herencia de cualquier manera, muy mala manera, aunque el tiro les salió por la culata: no sabían que aunque me faltaba un año para la mayoría de edad, mi padre había firmado un documento ante notario que me habilitaba como mayor de edad y me otorgaba poder de firma. Ese año que me faltaba transcurrió entre tribunales y apelaciones, de modo que no pudieron hacer nada y después de haberme tratado a cara de perro ahora se deshacían en atenciones. Quizá mi conducta también tuviera algo que ver. Desde el accidente estaba apagado, era lógico, desde mi silla de ruedas el mundo, la gente, las cosas eran ahora mucho más grandes que yo; me había apocado y solo me sentía en igualdad cuando los demás estaban sentados, como ahora. Aunque más que mi conducta, ahora que lo pienso, tal vez fuera la forma en que me veían los demás: así como para mí las cosas se habían agrandado, para ellos yo había encogido, ahora era un ser pequeño, inofensivo, de salud quebradiza, que quizá durara poco.
El cordero del sacrificio...
De pronto entro mi tía salomé en el comedor con paso triunfal, llevaba una bandeja tapada que dejó en el centro de la mesa.
- Esto no se me había olvidado; para ti Jonás, que sé que siempre te gustó...
Qué detalle. Aunque ahora no recordaba qué era aquello que me gustaba tanto. Tía Salomé destapó la bandeja y pude verlo: la cabeza del cordero asada en su punto. Seguía sin recordar que me hubiera gustado nunca ese plato, la vista se me nubló, porque veía la cabeza y veía más cosas. El camión viniendo de frente, yo dando un volantazo al tiempo que Nuria gritaba, mis piernas atrapadas entre los hierros, y la mirada de Nuria fija en mí, desde su cabeza separada del cuerpo en una pirueta extraña, una mirada de la que no podía escapar porque tenía las piernas atrapadas, porque a pesar del tiempo transcurrido desde el accidente seguía sin poder moverme, sin poder huir de su mirada...
- ¿Qué broma es esta? -grité, al tiempo que salía del comedor a toda la velocidad que daban las ruedas.
Pero yo sabía bien que clase de broma era. Una broma para volverme loco del todo, para provocarme un infarto, para mandarme al carajo... estos todavía andaban detrás de la herencia. Recorrí pasillos en penumbra, no sé si por falta de luz o por mi vista nublada, seguí por laberintos interiores llenos de miradas muertas que me llevaban a mi objetivo: las armas de caza de mi tío Luis. Elegí una repetidora que cargué y comprobé con cuidado. Ahora , ya sereno, volví al comedor, quería ver sus miradas asustadas, ver como el miedo sustituía a la burla en ellas.
Y entré en el comedor, por primera vez desde hacía mucho tiempo, con una sensación de triunfo, de libertad...
El resto de esta historia la podéis leer en los periódicos.


@Pacoespada1

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